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Ven Sígueme Malaquías | Yo os he amado, dice Jehová
Resumen de la clase
Por medio del profeta Malaquías, el Señor reprendió a los israelitas por ofrecer en sacrificio animales cojos, ciegos o mutilados. Jehová además reprendió a los sacerdotes por dar malos ejemplos que ocasionaban que los del pueblo tropezaran.
Malaquías profetizó en lo concerniente a la segunda venida de Jesucristo. Jehová mandó a los judíos volverse a Él al pagar los diezmos y las ofrendas. Prometió a las personas rectas que recibirían su galardón por servirle y que, cuando Él regresara a la Tierra, serían Suyos.
Malaquías predijo el porvenir de los inicuos y los rectos en la segunda venida de Jesucristo, y profetizó que el Señor enviaría al profeta Elías antes de la Segunda Venida a efectuar una gran obra.
“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías”, Malaquías 1:1.
El libro de Malaquías es un libro de amonestación. El élder D. Todd Christofferson manifestó lo siguiente sobre las correcciones del Señor:
“Me gustaría hablar de una actitud y una práctica particular que debemos adoptar si deseamos satisfacer las altas expectativas de nuestro Padre Celestial. Es ésta: Aceptar la corrección con buena disposición, e incluso buscarla. La corrección es fundamental si deseamos moldear nuestra vida conforme a ‘un varón perfecto, [es decir] a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo’ (Efesios 4:13). Pablo dijo de la corrección o la disciplina divinas: ‘Porque el Señor al que ama, disciplina’ (Hebreos 12:6). Aunque suela ser difícil de sobrellevarlo, verdaderamente debemos alegrarnos de que Dios nos considere dignos del tiempo y la molestia para corregirnos” (“Yo reprendo y disciplino a todos los que amo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 98).
“A Esaú aborrecí”, Malaquías 1:3.
“El vocablo aborrecer significa, en hebreo, amar a alguien menos que a otro, y no quiere decir despreciar con amarga hostilidad (compárese con Génesis 29:31). Esaú era el hermano de Jacob, el cual llegó a ser Israel, padre de las doce tribus. Quienes estudian las Escrituras saben que el Señor aborrece el pecado y no al pecador, pero cuando los hombres se manifiestan contra el Señor, tal como lo hicieron durante siglos Esaú y sus descendientes, los edomitas, el Señor retira de ellos Sus bendiciones. En este sentido, Jacob fue amado y Esaú aborrecido…
Jacob era como un símbolo de Israel, o el pueblo elegido, mientras que Esaú (Idumea o Edom) simbolizó al mundo. Teniendo esto en cuenta, las palabras del Señor adquieren mayor significado” (véase El Antiguo Testamento [manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 1983], pág. 363).
“Habéis hecho tropezar a muchos en la ley”, Malaquías 2:8.
Al dirigirse a una congregación en una reunión general del sacerdocio, el presidente Gordon B. Hinckley dio este consejo sobre prestar servicio del sacerdocio con rectitud:
“Cuando cumplimos con nuestro excelso y sagrado llamamiento, cuando mostramos amor por Dios mediante el servicio al prójimo, cuando utilizamos nuestra fortaleza y talentos para aumentar la fe y promulgar la verdad, magnificamos nuestro sacerdocio. Cuando, por el contrario, vivimos una vida egoísta, cuando nos entregamos al pecado, cuando ponemos nuestra mira en las cosas de este mundo en lugar de las de Dios, menoscabamos nuestro sacerdocio…
Cada uno de nosotros es responsable del bienestar y del progreso espiritual de otras personas. No vivimos sólo para nosotros. Para poder magnificar nuestros llamamientos no hemos de vivir sólo para nosotros. Magnificamos nuestro sacerdocio conforme servimos con diligencia, conforme enseñamos con fe y testimonio, y conforme edificamos y fortalecemos e inspiramos convicciones correctas en aquellos en cuyas vidas influimos. En cambio, vivir solamente para nosotros, servir a regañadientes y no dar lo mejor de nosotros al cumplir con nuestro deber menoscaba nuestro sacerdocio tal como al mirar del lado contrario de los prismáticos se reduce la imagen y los objetos parecen alejarse” (véase “Magnifiquemos nuestro llamamiento”, Liahona, julio de 1989, pág. 58).
“Con la esposa de vuestra juventud no seáis desleales”, Malaquías 2:15.
El presidente Spencer W. Kimball recalcó la importancia de ser fiel a nuestro cónyuge:
“Hay personas casadas que dejan que los ojos y los sentimientos vayan adonde no deben, que piensan que no está mal flirtear un poco, compartir el corazón y desear a otra persona que no sea su cónyuge. El Señor dice en términos muy claros: ‘Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra’ (D. y C. 42:22).
Y cuando Él dice con todo el corazón, no da lugar a compartirlo, a dividirlo ni a quitarlo. Y para la mujer, se podría parafrasear lo mismo: ‘Amarás a tu marido con todo tu corazón, y te allegarás a él y a ningún otro’.
“Las palabras ninguna otra [ningún otro] excluyen a todos y a todo lo demás. El cónyuge de ese modo se vuelve preeminente en la vida de su esposo o esposa, y ni la vida social ni la laboral ni la política ni ningún otro interés, persona o cosa alguna puede tomar precedencia sobre el cónyuge y compañero” (Faith Precedes the Miracle, 1972, págs. 142–143).
¿Quién preparó el camino para la primera venida del Mesías?, Malaquías 3:1.
Juan el Bautista preparó el camino para la primera venida del Mesías. El ángel Gabriel anunció su nacimiento y su misión al padre de Juan (véase Lucas 1:5–25), e Isaías profetizó sobre ello (véase Isaías 40:3), así como lo hizo Malaquías (véase Malaquías 3:1). Toda su misión consistía en preparar a los judíos para recibir al Mesías (Jesucristo).
“Como fuego purificador”, Malaquías 3:2–3.
El élder Bruce R. McConkie, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó sobre el modo en que el fuego ardiente de la Segunda Venida destruirá a los inicuos pero purificará a las personas rectas:
“Las llamas ardientes, el calor abrasador, el fuego voraz de la Segunda Venida que destruye a los inicuos también purificará a las personas rectas… Ningún hombre alcanza la norma divina; ninguno logra el excelso estado de excelencia puesto de manifiesto en la vida del Señor Jesús; incluso los santos más fieles cometen pecados y viven en cierto grado a la manera del mundo. No obstante, esas obras del mundo que permanecen en los rectos serán quemadas, de modo que los santos pueden ser salvos…
…Por consiguiente, el fuego que destruye todo lo que es corruptible es el mismo fuego que purifica a los justos. El fuego consumirá la maldad, el pecado y la escoria de sus almas debido a que merecen soportar el día, aunque sus obras no hayan sido semejantes a las de Enoc y Elías el profeta. Si solamente se salvaran las personas perfectas, se salvaría tan solo un alma: la del Señor Jesús” (The Millennial Messiah: The Second Coming of the Son of Man, 1982, pág. 543).
La “sutil pero significativa bendición” de pagar el diezmo, Malaquías 3:8-10.
El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó las bendiciones sutiles pero significativas de obedecer con fidelidad la ley del diezmo:
“Por ejemplo, una sutil pero significativa bendición que recibimos es el don espiritual de la gratitud que permite que el aprecio por lo que tenemos reprima nuestros deseos de lo que queremos. Una persona agradecida está llena de alegría; una persona desagradecida sufre en la pobreza del descontento sin fin (véase Lucas 12:15)” (“Las ventanas de los cielos”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 18).
El élder Bednar también mencionó otras significativas pero inesperadas bendiciones por guardar la ley del diezmo: “…una mayor capacidad espiritual y temporal (véase Lucas 2:52) para hacer más con menos” (“Las ventanas de los cielos”, pág. 18).
“Las ventanas de los cielos”
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó que pagar el diezmo es una cuestión de fe:
“El diezmo no es tanto un asunto de dinero como de fe. Nunca he encontrado un fiel pagador del diezmo que no estuviera dispuesto a testificar que, de una manera muy literal y maravillosa, las ventanas de los cielos se han abierto y han derramado bendiciones sobre él” (véase “La sagrada ley del diezmo ”, Liahona, mayo de 1991, pág. 6).
“He aquí, yo os envío a Elías”, Malaquías 4:5.
El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, se refirió en cuanto a quién era Elías el Profeta y lo que su misión abarcaba:
“Elías era un profeta del Antiguo Testamento por medio de quien se efectuaron poderosos milagros. Él selló los cielos y no llovió en el antiguo Israel durante tres años y medio; multiplicó la harina y el aceite de una viuda; levantó a un joven de los muertos e hizo descender fuego del cielo en un reto a los profetas de Baal. (Véase 1 Reyes 17–18). Al concluir el ministerio terrenal de Elías el Profeta, ‘subió al cielo en un torbellino’ (2 Reyes 2:11) y fue trasladado.
‘De las revelaciones de los últimos días, aprendemos que Elías el Profeta poseía el poder sellador del Sacerdocio de Melquisedec …’ (Bible Dictionary, ‘Elijah’). El profeta José Smith explicó: ‘El espíritu, poder y llamamiento de Elías el Profeta es que ustedes tengan la autoridad de poseer las llaves de la… plenitud del Sacerdocio de Melquisedec… y de… obtener… todas las ordenanzas que pertenecen al reino de Dios’ (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 329; cursiva agregada). Esa sagrada autoridad para sellar es esencial a fin de que las ordenanzas del sacerdocio sean válidas y vinculantes, tanto en la tierra como en el cielo.
Elías el Profeta se apareció con Moisés en el Monte de la Transfiguración (véase Mateo 17:3) y confirió esa autoridad sobre Pedro, Santiago y Juan. Se apareció nuevamente con Moisés y otros el 3 de abril de 1836 en el Templo de Kirtland y confirió las mismas llaves a José Smith y a Oliver Cowdery” (“El corazón de los hijos se volverá”, Liahona, noviembre de 2011, págs. 24–25).
“Volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”, Malaquías 4:6.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó las palabras “padres” e “hijos”, que se mencionan en Malaquías 4:6:
“Los padres son nuestros antepasados fallecidos; los que murieron sin el privilegio de recibir el Evangelio, pero que han recibido la promesa de que llegaría el tiempo en que ese privilegio les sería concedido. Los hijos son los que ahora viven, que están preparando la información genealógica y que vicariamente están efectuando las ordenanzas en los templos.
Al volver el corazón de los hijos a los padres, se pone o planta en el corazón de los hijos el sentimiento y el deseo que los inspirará a buscar los registros de sus difuntos. Además es necesario que se implante en el corazón el deseo y la inspiración. Esto deben tener a fin de poder ir a la Casa del Señor y efectuar la obra necesaria por sus padres que murieron sin el conocimiento del Evangelio, o sin el privilegio de recibir la plenitud del Evangelio” (véase Doctrina de Salvación, comp. de Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1979, tomo II, pág. 119).
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