Ven Sígueme Ezequiel 1–3; 33–34; 36–37; 47 | Pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros
Resumen de la clase
Ezequiel era un sacerdote entre los judíos cautivos que el rey Nabucodonosor llevó a Babilonia en 597 a. de J.C. (véase 2 Reyes 24:11–16; Ezequiel 1:1–2). En el quinto año de su cautiverio, Ezequiel vio una visión y contempló la gloria de Dios. Jehová llamó a Ezequiel a ser un profeta y a servir de atalaya para advertir, reprender y llamar al arrepentimiento a la casa de Israel (véase Ezequiel 2:3–7; 3:17).
Jesucristo mandó a Ezequiel que enseñara a los judíos en cautiverio usando ejemplos que simbolizaban el juicio de Dios sobre la ciudad de Jerusalén. Por medio de Ezequiel, Jehová reprendió a los israelitas descarriados y les suplicó que se arrepintieran de sus hechos inicuos. Ezequiel también habló en contra de la iniquidad de las naciones alrededor de Israel y profetizó su destrucción.
Por medio de Ezequiel, Jehová advirtió a los judíos que se hallaban en Babilonia sobre las consecuencias de seguir en el pecado. Después de haber condenado a algunos de los líderes de los israelitas por no cuidar del pueblo como debían, Jehová se comparó a Sí mismo con un buen pastor que ama y protege a Su rebaño. Jehová prometió a Su pueblo que los enemigos de éste serían destruidos y que, después que el pueblo regresara a Él, lo restauraría a su tierra.
Ezequiel describe su visión simbólica de la resurrección de unos huesos secos. Los diversos significados de la visión incluyen una representación de la resurrección de los muertos, así como de la restauración de la casa de Israel. Jehová también mandó a Ezequiel que reuniera dos palos para representar la unión de la Biblia y del Libro de Mormón y la unificación de las tribus de Efraín y Judá. Jehová, por medio de Ezequiel, se refirió al convenio que establecería con el Israel congregado. Se menciona la profecía sobre el brote de aguas de la casa de Jehová, las cuales sanarán el mar Muerto.
La extraña visión de Ezequiel
El libro comienza describiendo esta visión con seres extraños con hasta cuatro caras y alas. Se mecionan caras de animales: hombre, león, buey y águila
Un comentario muy adecuado de un par de eruditos de la Biblia nos lleva a entender esta parte:
"El hombre es exaltado entre otros seres vivientes; el águila es exaltada entre las aves; el bueyes exaltado entre los animales domésticos; el león es exaltado entre las bestias salvajes; y todos ellos han recibido dominio y se les ha dado grandeza; sin embargo, tienen su lugar bajo el poder del Santísimo". (D. Guthrie y J.A. Motyer, eds. The New Bible Commentary: Revised, pág. 667.)
Y esta idea es la que el profeta sigue comunicando en su texto. La grandeza de Dios es indescriptible.
Ezequiel 2:7; 3:4. “Les hablarás, pues, mis palabras”
El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó cómo los profetas de nuestros días buscan la guía del Señor:
“Estas conferencias [generales] siempre se llevan a cabo bajo la dirección del Señor, con la guía de Su Espíritu [D. y C. 46:2]. A nosotros no se nos asignan temas específicos. Durante semanas y meses, a veces hasta noches de insomnio, esperamos al Señor. Mediante el ayuno, la oración, el estudio y la meditación, sabemos el mensaje que Él desea que demos” (“La conferencia general: Fortalece la fe y el testimonio”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 6).
Atalayas en torres, Ezequiel 3 y 33
Los atalayas eran centinelas apostados en un muro o en una torre con el fin de vigilar y advertir de los peligros que se acercaban a lo lejos. Protegían ciudades, así como viñedos, campos o pastizales. Tanto las torres de las entradas como las de las esquinas proporcionaban posiciones elevadas desde donde se podía divisar el peligro que se acercaba y defenderse de los ataques enemigos.
En el Antiguo Testamento, a veces se compara al Señor con una fortaleza o la torre de una ciudadela (véanse Salmos 18:2; 61:3; Proverbios 18:10; 2 Samuel 22:3), y a veces se compara a los profetas con los atalayas (véanse Isaías 62:6; Jeremías 6:17; Ezequiel 3:17; 33:7; Oseas 9:8; Miqueas 7:4).
“… yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 3:17; véase también Ezequiel 33:1–7).
Esta fue la función dada por boca de Jehová a Ezequiel, la que es una extensión a todo profeta del Señor, y podría también ser un modelo a seguir como padres y como líderes de nuestros hermanos.
Las obras buenas no borran las malas, Ezequiel 33:12, 14–16. Se deben abandonar los pecados, renovar el corazón y hacer uso de la gracia de Cristo.
Al leer esos versículos se podría suponer de manera errónea que el arrepentimiento es sencillo, que podemos permitirnos pecar y luego rápidamente abandonar nuestros pecados mediante el arrepentimiento y que así todo se olvidará. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
“¿Por qué tenemos que sufrir en nuestro camino hacia el arrepentimiento cuando hemos cometido pecados graves? Tendemos a considerar que el efecto del arrepentimiento es simplemente quedar limpios del pecado; pero ese punto de vista es incompleto… Una vez que el pecador haya pasado por ese proceso que da como resultado lo que las Escrituras describen como un corazón quebrantado y un espíritu contrito, el Salvador hace por él algo más que limpiarlo de pecado, le da una nueva fortaleza. Ese fortalecimiento es indispensable para que nos demos cuenta del propósito de la purificación, que es poder volver junto a nuestro Padre Celestial. A fin de estar en Su presencia, se necesita algo más que estar limpios: debemos haber cambiado de una persona moralmente débil que ha pecado a una fuerte y con el calibre espiritual que le permita estar en la presencia de Dios” (“El pecado y el sufrimiento”, Liahona, abril de 1994, págs. 30–31).
Ezequiel 36:26. “Un corazón nuevo”
Hablando del verdadero arrpentimiento llegamos al versículo 36 del capítulo 36, que menciona el corazón nuevo.
El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que la expiación del Salvador nos permite recibir un corazón nuevo:
“El que nuestro corazón cambie por medio del Espíritu Santo al punto de ‘ya no ten[er] más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente’ (Mosíah 5:2), como tenía el pueblo del rey Benjamín, es la responsabilidad que hemos aceptado bajo convenio. Este potente cambio no es sólo el resultado de esforzarnos con más ahínco o de lograr mayor disciplina individual; más bien, es la consecuencia de un cambio radical en nuestros deseos, motivos y naturaleza, que se logra por medio de la expiación de Cristo el Señor. Nuestro propósito espiritual es superar tanto el pecado como el deseo de pecar, tanto la mancha del pecado como su tiranía” (“Limpios de manos y puros de corazón”, Liahona, noviembre de 2007, págs. 81–82).
Ezequiel 37:15–17. Los palos: La biblia y el Libro de Mormón
Ellis T. Rasmussen, autor de A Latter-day Saint Commentary on the Old Testament, se refirió al término etz:
“La palabra hebrea que se utiliza, etz, comúnmente traducida como palo, es un término genérico que significa ‘madera’ (hay otras palabras que significan ‘palo’, ‘vara’, ‘rama’ o ‘cetro’). Se trata de madera sobre la cual podía escribirse. Se han hallado tablillas de madera babilónicas unidas a manera de libro y cubiertas de cera, con escritos grabados. Las dos tablillas de madera representan las Escrituras de Judá (la Biblia) y las de José (el Libro de Mormón) que serían ‘uno solo en tu mano’ (Ezequiel 37:15–19)” (A Latter-day Saint Commentary on the Old Testament, 1993, pág. 608).
Asimismo, mientras prestaba servicio como profesor adjunto de Escrituras Antiguas en la Universidad Brigham Young, Keith Meservy se refirió al descubrimiento de algunas antiguas tablillas de madera:
“El descubrimiento en 1953 de esas tablillas con escritos de la ciudad bíblica de Cala en Mesopotamia cambió el modo de pensar de los eruditos sobre la forma en que las culturas del Medio Oriente llevaban anales. Las tablillas de madera rellenadas con cera representan las ‘formas más antiguas de libros antiguos que se conocen’ y nos ayudan a entender una importante profecía de Ezequiel que predecía la unión de la Biblia y el Libro de Mormón”(“Ezekiel’s Sticks and the Gathering of Israel”, Ensign, febrero de 1987, pág. 4).
La profecía de Ezequiel de que los dos palos se juntarían “el uno con el otro, para que sean uno solo” (Ezequiel 37:17) queda clara con la frase “crecerán juntamente” que se encuentra en 2 Nefi 3:12. Esa frase nos ayuda a entender que la unión de ambos palos es un proceso que ocurrirá con el tiempo.
Ezequiel 47: El templo de Jerusalén de los últimos días
El profeta José Smith dijo:
“Judá ha de volver, Jerusalén ha de ser reedificada, y el templo, y el agua que sale por debajo del templo y las aguas del Mar Muerto han de ser sanadas [véase Ezequiel 47:1–9]. Se precisará algún tiempo para reedificar las murallas de la ciudad, y el templo… y todo esto debe hacerse antes de que el Hijo del Hombre aparezca” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 265).
Dos invitaciones finales:
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